Mi pasión por los fogones arranca de un chaletón destartalado a orillas del mar...Los recuerdos de la cocina de mi abuela me invaden cuando cierro los ojos, abarcando todos los sentidos...:la luz incomparable de los atardeceres de septiembre en Cádiz; el juego infantil de evitar que suene cada baldosa que se mueve; el tacto gélido de la encimera de mármol; el sabor amargo de las aceitunas en aquellos cuencos de lunares de colores...y el travieso baile de aromas en mi pecosa nariz de niña, preludio siempre del cotidiano acto de sentarse a la mesa.
Mi abuela no cocinaba nada complicado ni sorprendente, ni siquiera me enseñó a guisar...es más, nunca daba una receta en condiciones; y sospecho secretamente que jamás las seguía al pie de la letra (..."pero cuánto tiempo lo tienes, abuela? pues hasta que tú veas que ya está hecho")...
Mi abuela Anini era una de esas mujeres que todo lo que tocan lo transforman, volviendo extraordinario lo cotidiano.
...Alquimia está inspirada en esa magia que habita en las manos de quién es capaz de lograr que un bocadillo de salchichón sepa a gloria...